viernes, 12 de septiembre de 2008

INESTABILIDAD



Hoy es uno de esos días en que te levantas, y te discutes con tú alter ego en el espejo. No tienes ganas de quitarte la ropa, ducharte y arreglarte. Hastío. Es uno de esos días en que te diriges a la cocina, abres la nevera y al mismo tiempo en que no deseas engullir nada, lo engulles todo a tu paso. Después te arrepientes y el hastío que sentías ante el espejo aumenta.
Sabes que no es una cuestión de hastío corporal únicamente, es un descontento universal: corporal, mental y situacional.
Pasas de la cocina a la habitación. La observas. Vuelves a deambular por el piso. Entre medio te autodestruyes, nuevamente, en el espejo del pasillo, que en un primer momento habías pasado por alto.
En cuestión de segundos llega la desesperación. Vas al comedor, enciendes el televisor y tomas el cigarrillo solitario que quedó de la noche anterior. Lo enciendes. Al colocarlo entre tus labios y aspirar el humo tranquila y ansiosamente a la vez, sientes un deshago inmediato. En cuestión de segundos, desaparece el hastío, la desesperación y todas las preocupaciones. Ahora el sol no es el centro de la tierra, ni lo es el hombre. Lo eres tú, en tu mundo subconsciente. Finalmente, das las últimas caladas de ese cigarrillo reparador. Buscas inconscientemente un hueco en el cenicero. Lo apagas y se termina la primera parte del capítulo mental de tú propio “Manual de Autoayuda”.
Te quedas observando la nada. El cenicero. El televisor. Te levantas del sofá y te diriges nuevamente al aseo con la esperanza de que el hastío haya disminuido pero sigue igual: “increcendo”.

Te diriges, nuevamente, a la habitación te sientas en el borde de la cama y vuelves a observarla toda. No se te ocurre nada. No se te antoja hacer nada. Solo deambular la vista de un lado a otro, esperando algo que ni siquiera sabes que puede ser. Después de quemar los minutos en la nada, finalmente, decides encender el ordenador. Mirar por la ventana. Y, puesto que tu paquete de Marlboro se ha agotado, y no tienes intención alguna de salir a la calle; terminas por liarte un cigarrillo; encender el equipo de música; buscar desesperadamente el disco más i más melancólico y triste – que incluso tiene polvo- ; encender el ordenador y perder el tiempo en escribir esto.